SEXO, MENTIRAS Y OTRAS HIPOCRESÍAS

(...EN UNA CIUDAD DE PROVINCIAS)

III



Esta mujer pertenece a este hombre. Y eso parece marcar la diferencia entre quien se encuentra en la situación de mujer que no ha de ser molestada o alterada o insultada incluso no porque no merezca molestia, alteración o insulto alguno -algo que toda mujer conoce viene implícito más o menos entre sus piernas o para los más exquisitos: condición- sino porque ésta pertenece a un hombre. A veces todo parece diferenciarse o ser alcanzado por la siguiente medida: se ataca y derriba a toda víctima indefensa, por facilidad y por la siguiente y penosa realidad “por qué no hacerlo”. Curioso y necesario el paréntesis que debemos marcar en esos momentos en los que siempre hay alguien muy inteligente y osado, pues así es la ignorancia siempre, que se atreve a iluminarnos con aquello tan conocido de: sólo hace daño quien puede y no quien quiere. Deberíamos informar de algo tan básico a la gente que pasa hambre o humillaciones extremas pues su condición de “nada”, de “no- pertenencia” de “no-posesión” le impide llevar a cabo esta barrera con la que, según ciertas personas, podemos protegernos de todo mal. Y volvemos a la pertenencia de una mujer, bien es sabido que la mujer ha sido considerada y conservada como objeto y por tanto su valor ha venido marcado por el dueño del objeto en cuestión. Por tanto, dos más dos cuatro, una mujer que no parece pertenecer a nadie no es que sea considerada valiente o libre, sino principalmente desdichada pues nadie ha querido marcarla de modo alguno, pero sobre todo, es considerada como terreno común, libre acceso. Curioso también observar cómo según el valor que un hombre otorgue a una mujer ésta será considerada como fortaleza o como objeto, por supuesto, siempre, de uso común. Pero jamás ésta vendrá “marcada” por acciones o decisiones propias. Y curioso también el fenómeno que siempre se repite, si una mujer sin pertenencia alguna -en todos los sentidos- rechaza el amparo de un hombre ésta sufrirá el castigo de tal ofensa, cómo se le ocurre a un objeto que no pertenece a nadie rechazar a alguien que le ofrece nombrarla y ofrecer a su vez pertenencia y pertenencias varias. Está claro, no hay quien nos entienda.