Qué lograste al fin

con tu empeño desmedido

de dañar y herir

y golpear sin tregua.

Con la mediocridad

como única bandera

y la cabeza ajena

como peldaño

a un cielo ficticio.

Qué lograste al fin

tú que humillabas

al otro

tan sólo por el hecho

de haber sobrevivido

y no tener nada

que llevarse a la boca.

Cobardía, se llama a eso.

Qué lograste entonces

más que una lápida,

un nombre

en ella,

y gusanos que ahora

te devoran

más bien con asco.

Al menos yo y el otro,

y la mujer y el hombre,

los que permanecimos erguidos

pese a la tormenta

y tus puños,

también los del mundo,

dejamos aquí

un legado

de palabras y bondad,

difícil de olvidar

y tapiar incluso

por la piedra que ahora

te vence

con facilidad extrema.

Qué lograste entonces...




Ana Vega