Acaba de volver de Ecuador y se prepara para irse a Argentina y escalar, en compañía de Indalecio Blanco, montañero de El Entrego con una minusvalía del 66% que afecta a sus cuatro extremidades. Fue la primera mujer española en superar el reto de las Siete Cumbres y su currículum como alpinista es impresionante, pero la falta de patrocinadores frena sus proyectos.
 
Javier Fernández, Oviedo
 
Rosa Fernández (Cangas del Narcea, 1960) tratará de alcanzar junto a Indalecio Blanco la cima del Aconcagua (6960,8 metros de altura). Fue la primera mujer española en superar el reto de las Siete Cumbres y su currículum como alpinista es impresionante. Aún así, las dificultades para obtener patrocinadores frenan sus proyectos. Algo que no consiguió el cáncer de mamá que sufrió en 2009. “El deporte, los retos y levantarme todos los días con ilusión pensando que el cáncer pasaría pronto y que volvería a hacer lo que me gusta fue muy importante”, dice. Considera que las rutas asturianas deberían estar más cuidadas y mejor señalizadas y lamenta que deportistas como el piragüista Manolo Busto no puedan competir por falta de apoyo financiero.
–¿Cómo ha sido la experiencia del proyecto ‘Escaladas Solidarias’?
–Fue el pasado mes de junio y estuvimos en Ecuador con un fin deportivo y también solidario. Recaudamos fondos para la Asociación para la Promoción del Turismo Adaptado en Asturias (APTAA). Lo que hicimos fue acumular metros ascendidos subiendo varios volcanes ecuatorianos y terminando en El Chimborazo, que es el más alto. Esos metros ascendidos se convirtieron en material para esta asociación a través de la empresa Fluor, que fue la que colaboró con nosotros junto con ASAC y Vodafone.
–De experiencia solidaria en experiencia solidaria. A principios de enero se va al Aconcagua.
–Sí. Es un proyecto también bastante duro. Porque es el Aconcagua y porque me voy con Indalecio Blanco, que tiene una discapacidad motora del 66%. Va a ser difícil para mí porque no tengo experiencia con personas discapacitadas y serán 21 días en la montaña, que es el tiempo que te permiten quedarte. Yo espero que en esos 21 días podamos subir y no haya que aumentar el permiso.
–El Aconcagua ya lo conoce, ése será un punto a su favor.
–La montaña la conozco y no podemos decir que sea difícil pero, claro, estamos hablando de un 7.000 metros. Y, por la persona que me acompaña, tendremos que medir el riesgo de otra manera y el ataque a la cima será totalmente diferente, con la posibilidad de montar 4 ó 5 campamentos de altura para que pueda subir.
–Es la primera mujer española que completó el reto de las siete cumbres: no piensa en ocasiones que con su currículum y si fuese futbolista tendría una vida totalmente diferente.
–(Ríe) La verdad es que a todo el mundo le gustaría ser un buen futbolista. Es un deporte de masas que mueve muchísima gente y de ahí los sueldazos y los reconocimientos. A la montaña va menos gente y mujeres tampoco somos muchas, aunque cada vez va habiendo más. Yo creo que lo más importante es hacer lo que te gusta y yo tengo la suerte de hacerlo.
–¿Es complicado obtener promotores?
–Muy complicado, sobre todo ahora. Cuando hice el reto de las siete cumbres, en 2006, todo era muchísimo más fácil. Ahora mismo sería totalmente imposible.
–Imposible, ¿así de radical?
–Sí, sí. Totalmente impensable.
–¿No habría de donde sacar el dinero?
–Necesitaría un patrocinador muy fuerte, como un banco o una gran empresa de telefonía móvil.
–Habla de que hay pocas alpinistas, ¿qué barreras se ha encontrado por el hecho de ser mujer?
–En la montaña somos todos iguales; nadie te va a llevar la mochila por ser mujer. Allí eres una más. Pero a la hora de conseguir promotores es más difícil. Recuerdo que cuando buscaba patrocinios para ir al Everest en 2003 me miraban de arriba a abajo: “Va a ser que ésta no va a subir al Everest…” Si va un chico fuerte, puede que les convenza con mayor facilidad.
–En 2009 sufrió un cáncer de mama. ¿Pensó en dejar el alpinismo?
–No, para nada. Este deporte fue muy importante para mí y me ayudó mucho. Pero el cáncer fue mi montaña más difícil porque era algo con lo que no contaba en ese momento. El 2009 era para mí un año de ‘diez’ porque lo tenía todo: patrocinadores, físicamente me encontraba muy bien y tenía un proyecto grande. Y de repente se me chafó todo. ¿Qué piensas? Pues que es algo pasajero y que tienes que salir adelante. No sólo no pensé en esperar para volver, sino que les dije a los médicos que teníamos que organizarnos porque tenía un proyecto muy grande y me tenía que marchar. No me pude ir en marzo pero sí en junio, porque me suspendieron el tratamiento un mes después de la radioterapia y la quimioterapia. Recuerdo que el médico me dijo: “Si te vas a morir, por un mes que suspendamos el tratamiento te vas a morir igual (ríe). Si tu cabeza te dice que es importante que estés en la montaña, te dejaremos que lo hagas”. Estuve a 7.000 metros de altura casi un mes en el Broad Peak y no me importaba subir o no subir. Lo que quería es hacer de nuevo lo que realmente me gusta. Me ayudó muchísimo, me pasé el tratamiento pensando: “Un mes menos, dos meses menos… rápidamente podré estar otra vez haciendo lo que me gusta”.
–¿Diría que el alpinismo fue una parte más del tratamiento?
–Sí. El deporte, los retos y levantarme todos los días con ilusión pensando que el cáncer pasaría pronto y que volvería a hacer lo que me gusta fue muy importante.
–Durante el tratamiento pensaba en la montaña, ¿en la montaña pensaba que el cáncer era una losa más con la que cargar?
–No, para nada. Cuando estoy allí disfruto mucho de lo que hago y eso es lo realmente importante. Desde 7.000 metros de altura los problemas se ven más pequeños, como el resto de las cosas. Bueno, son montañas en las que pasas días malos también. A veces dices: “¿Qué hago aquí? No voy a volver más”. Pero bajas, pasa una semana y las cosas malas, como ocurre en el resto de aspectos de la vida, siempre se te olvidan. Te quedas con lo bueno, que es lo que hace que vuelvas otra vez.
–El alpinismo es un deporte duro y alguna vez ha tenido que dar la vuelta antes de hacer cima. ¿Por qué está tan enganchada?
–Sí, hay veces que tienes que dar la vuelta. Soy experta en eso también (Ríe). Es duro, pero tiene algo que sólo entendemos los que lo hacemos.
–Siente que deportes minoritarios como el alpinismo están discriminados.
–Sí. Los medios de comunicación juegan un papel importante, si se les dedicase más espacio habría más interés.
–¿Se siente maltratada por las instituciones?
–Yo no, pero es cierto que se podría apoyar más el deporte y volcarse más con los deportistas. Manolo Busto, por ejemplo, es diez veces campeón del mundo y es muy triste que este año no pueda acudir a todos los campeonatos porque no tiene dinero. Eso es muy duro, sólo pasa aquí en Asturias.
–Usted se las va arreglando. Además del alpinismo ha formado un equipo ciclista femenino.
–Cuando estaba con el tratamiento del cáncer hubo un momento en el que no podía irme y pensé en hacer algo que me motivase y me mantuviese ocupada. Estaba con gente que empezaba a rodar, me daba un paseo con ellas y conocía gente nueva. Los chicos me decían: “Cuando seáis 6, me avisas” (Ríe). Ahora mismo somos 50 socias y hay gente yendo a competiciones y marchas.
–De vuelta al alpinismo, llama la atención que los ‘sherpas’ no aparezcan en los récords.
–Hasta hace unos años, ahora han cambiado su forma de pensar y actuar y ya hay dos que han terminado los 14 ocho miles, algo que era impensable hace poco tiempo. Para ellos, las montañas eran su medio de trabajo.
–¿Cómo es la relación de un alpinista con su ‘sherpa’?
–El mío es como mi hermano, mi padre y, sobre todo, mi compañero de escalada. Es muy importante conocerse bien porque tu vida va a depender de la persona que va contigo.
–Por Asturias ¿ha tenido oportunidad de hacer algo últimamente?
–He estado hace poco en Ubiña, en Los Castillines, y está todo guapísimo, hay bastante nieve. Aquí, en nuestras montañas, es donde más disfruto.
–Hay quejas que apuntan que las rutas están descuidadas y mal señalizadas.
–Deberían señalizar rutas fáciles y zonas donde va menos gente para que todo el mundo tenga acceso a ello. Si vienes de fuera y no conoces nada, es importante que tengas información y que no te vayas a perder.
–¿Hay afición y cantera en Asturias?
–Hay afición, pero es difícil encontrar un grupo de montaña que tenga gente joven.
–¿Cómo se puede enganchar a los jóvenes?
–Te puedo decir que de las chicas del club de ciclismo hay unas cuantas que han empezado hace un par de años y están encantadas. Es importante que haya alguien que motive un poco y que se lo pasen bien con la gente que salen. Si te meten en un grupo de gente mayor…
–Parecen todo barreras.
–La montaña está ahí y hay que intentarlo.
–¿Qué montañas la han marcado más?
–La Everest, porque fueron años pensando en ella. Me costó mucho llegar allí y subir. La disfruté muchísimo.
–¿En qué piensa cuando llega a la cima?
–Solo piensas en bajar (Ríe). Una montaña no la terminas hasta que vuelves al campo base, que es cuando lo vas a celebrar. Los mayores riesgos se dan en la bajada.
¿Tuvo alguna vez un accidente grave?
–Una vez pasé mucho miedo y pensé que nos quedábamos allí. Fue en el Annapurna el año pasado. Hubo una avalancha por la noche que tapó las tiendas. Salimos de las tiendas sin todo el equipo necesario y nos salvamos porque a la hora u hora y media dejó de nevar y pudimos recuperar todo el material.
–¿Cómo se mantiene la calma en una situación tan extrema?
–Es difícil, pero no te queda otra. Tienes que concentrarte y pensar que va a haber un milagro, que va a parar de nevar y vas a salir como sea, cuando llega ese momento en el que sientes inseguridad y piensas que cada ruido es una avalancha… Decidí irme a casa porque cuando vas con miedo es aún más fácil que te pase algo.
–¿En qué se apoya para volver?
–En que te gusta mucho y en todas las cosas positivas que tiene la montaña.
–¿Qué planes tiene para después del Aconcagua?
–Si encuentro patrocinadores, iré al K2 en junio. Y, si no, me tendré que conformar con hacer una montaña más pequeña.
–¿Ya ha pensado cual será su última montaña?
–No, para nada. Aún tengo muchos deberes por hacer. (Ríe).