Para poder entender mis afirmaciones
de que me parecía un crimen por mi parte
casarme, puedo informar de lo siguiente:
mi abuela materna murió de tuberculosis
Mi madre murió de tuberculosis
al igual que su hermana Hansine
Al parecer la tía que vino (a vivir) con nosotros
también tuvo tuberculosis. Toda su vida sufrió catarros
con expectoraciones de sangre además de bronquitis.
Mi hermana Sofie murió de tuberculosis
Los demás niños padecimos durante la infancia
fuertes catarros -Llegué enfermo al mundo,
me bautizaron en casa y mi padre creyó que
no iba a vivir- Apenas pude asistir al colegio
-Constantemente sufría descomunales resfriados
y fiebres reumáticas- Tenía hemorragias y 
expectoraciones de sangre. Mi hermano tenía
los pulmones delicados y murió joven de pulmonía
Mi abuelo paterno el deán murió de
tuberculosis en la médula -De allí creo que
le vino a mi padre ese nerviosismo y esa vehemencia
enfermizos - Los mismos males que fuimos 
desarrollando crecientemente los hijos
No quiero decir con esto que mi
arte esté enfermo -como creen Scharfenberg
y muchos otros. Esa gente no
comprende la esencia del arte y tampoco
conoce la historia del arte
Al contrario, cuando pinto la enfermedad
y el vicio supone un sano desahogo
Es una reacción saludable de la que se puede aprender
y según la cual se puede vivir


Edvard Munch
El friso de la vida



Madre vértigo, madre espanto que me habitas,
acoge a esta tu hija desolada y ciega, falta de cimientos,
huérfana de dioses y esperanzas.
Madre ceniza, madre destrucción que me pariste
en el desierto del mundo habitado,
bendice a esta tu hija, perdida y callada,
triste como nadie entre los tristes.
Hija soy de la abundancia de tu vientre abultado
-quizás no me reconozcas- y de la sombra amarga
de una casualidad mayor que el mundo;
esta soy yo, tu hija, crecida como río,
como sed en la garganta, que grita y hacia ti vuelve su rostro.

Esther Prieto