ENCANTADORES DE SERPIENTES
Dícese de aquellos individuos que depositan sus huevos en tus entrañas, y con diversas técnicas y tácticas, de lo más variopintas e inusitadas, llevan a cabo una laboriosa tela de araña que deja a sus víctimas enredadas para siempre en una jaula invisible. Padecen diversas patologías, algunas ya descritas y conocidas como la del “perro del hortelano”, que ni come ni comer deja, y otras más satánicas y ancestrales como la de ejercer su dominio y poder sobre la presa elegida a través de una sutil pero muy estudiada “invasión psicológica” que mina a la víctima en cuestión lentamente, durante años. Aunque nos alejemos pues físicamente de su lado siempre nos hallaremos en territorio comanche…
Individuos que suelen ser en el fondo recipientes vacíos que han de llenar con sangre y energía ajena sus profundidades más cóncavas, pero con una vida social agitada (evidente, por la constante búsqueda de víctimas) y economía saludable (la falta de escrúpulos siempre te lleva lejos).
Sin embargo, su propia vida se convierte en un vaso siempre vacío, hueco y frío, que lo mires por donde lo mires nunca termina de llenarse; ellos, pues, no se sitúan ni en el optimismo ni en el pesimismo sino en el realismo más conveniente a sus expectativas.
Les reconocerán por su egolatría, que han de disimular tanto, y en tantas ocasiones, que siempre se les escapará alguna sorprendente revelación en una de esas conversaciones que carecen siempre de interlocutor alguno más allá de sus propios oídos.
Suelen padecer cierta tendencia a los regalos que se empeñan en colocarte como parte del ajuar que viene con los huevos depositados con anterioridad en tu espacio vital; también sienten cierta debilidad por la frase hecha, el piropo fácil y el halago invasor -y del todo incomprensible-, pues llegado cierto punto en el que la presa se mantiene firme pueden alcanzar un elevado grado de inconsciencia a la hora de llevar a cabo sus propósitos de caza indiscriminada. Utilizarán para ello todo tipo de herramientas.
Les reconocerán fácilmente cuando intenten sacarlos de sus vidas -amputar el miembro enfermo que consigue envenenar despacio todo el cuerpo- y éstos se tomen el asunto como agravio sin precedentes en el vampirismo psicológico y se agarren a usted cual parásitos intestinales.
Al igual que las garrapatas cuanto más tiren de ellas, más se hundirán éstas en la carne. Hemos de admitir ya desde un primer momento que todo encantador de serpientes, o “gañán”, en jerga popular y muy sabia, para simplificar, acaba marchándose de nuestras vidas con un pedazo de nuestra piel o entrañas bajo el brazo.
Nadie dijo nunca que esto sería fácil…
Ana Vega