YO TAMBIÉN HE
SIDO VÍCTIMA DEL SÍNDROME DE YENTl.
“Sesgo en la
atención sanitaria consciente o inconsciente por el cual ante una misma
sintomatología se tiende a hacer pruebas completas a un hombre y a pautar
ansiolíticos y antidepresivos a una mujer”
Dulce María Arechederreta
En
1991, la cardióloga Benarnide Heally había publicado, en la prestigiosa revista
New England Journal Medicine, un editorial titulado The Yentl Syndrome, en el
que venía a decir que si quieres ser bien atendida por los médicos cuando vayas
al hospital, disfrázate de hombre. Ella había reunido evidencias irrefutables
de que a las mujeres, por el hecho de serlo, cuando llegaban al hospital con
síntomas cardíacos, se les hacían menos pruebas diagnósticas que a los hombres,
porque se tomaban menos en serio sus síntomas físicos y se atribuían más
fácilmente a causas emocionales. En consecuencia, las mujeres se morían más que
los hombres.
Cuando conocí la existencia de este
artículo, comprendí que yo había sufrido sin saberlo este síndrome, es decir
que, si yo hubiera sido un hombre, mi accidente y las lesiones que me provocó
hubieran sido las mismas pero tal vez no hubiera necesitado cuatro años para
recibir un diagnóstico y tratamiento adecuado. Mi vida de estos últimos diez
años hubiera sido muy distinta.
Crónica
desesperada
El 29 de noviembre 2004 tuve un accidente de tráfico.
Sufrí un impacto postero-lateral izquierdo con tirón y retroceso brusco
que, en pocos segundos, se produjo dos veces: primero por el golpe directo del
otro vehículo y luego porque mi coche se desplazó y chocó con la mediana de la
calle. El impacto fue muy fuerte debido a que el otro vehículo venía a mucha
velocidad saltándose dos semáforos en rojo. Además, yo no lo vi venir por lo
que no me pude proteger.
Este tipo de impacto puede hacer que se rompan los cartílagos de las
articulaciones. En mi caso, se me
rompieron los cuatro, ambos hombros y caderas (labrum glenoideo de hombro y
labrum glenoideo de cadera). El diagnóstico de este tipo de lesión, que se
denomina SLAP, se hace mediante una
Artro-Resonancia (ArtroRM) que es una técnica de imagen que permite evaluar una
articulación por resonancia magnética tras la inyección intra-articular de
contraste paramagnético.
Pues bien, tardé tres años
en ser sometida a esta prueba para hombros y cuatro para caderas, y sólo porque
yo misma me hice la primera en mi seguro privado. Siguieron una intervención
tras otra y daños añadidos durante años.
Nadie veía nada / no me sentía escuchada
Tras el accidente comencé una
peregrinación por médicos “que no veían nada”. Me sentí intoxicada con
infinitas radiaciones, analíticas, antidepresivos, ansiolíticos, y
medicación “para ver si se me pasaba”, rehabilitación que me perjudicaba y
derivaciones a mil otras consultas convirtiendo así mi vida en hospitales y
citas médicas. Primero se me diagnosticó de dolores inespecíficos, después de
hiperlaxitud, luego de síndrome subacromial (este diagnóstico lo hizo un
traumatólogo de prestigio, ello conllevó un efecto arrastre en otros) y desde
el principio hubo sospechas de que mis dolores era más una cuestión psicológica
que física. Yo repetía mi dolor y limitación una y otra vez, también que había
sufrido un accidente de tráfico indicando el tipo de impacto, pero siempre
sentí que se inclinaban por un trastorno emocional. La respuesta era pruebas y
más pruebas, muchas veces perjudiciales,
nunca la Artro-Rmn, más medicación y rehabilitación, y también, “lo que te pasa es que estas ansiosa, tranquilízate”, derivándome así al
psiquiatra.
Nadie se paró a pensar que a pesar de toda
la rehabilitación no había mejoría. Nadie consideró el gran impacto del
traumatismo, ni el tipo de impacto recibido lo que era
fundamental para el diagnóstico.
Las desautorizaciones constantes que iba sufriendo en cada consulta me iban
provocando una extrema confusión personal. Creí que estaba perdiendo
la cabeza. Pasé cuatro años rehabilitando sin parar, lo que empeoraba mis
lesiones. Y podía ver la cara de incredulidad de los médicos y sus sospechas de
que mi dolor tenía un origen diferente al físico.
Mi vida estaba arruinada. Me cambió el carácter. No me podía hacer mi
propia comida, no podía caminar, no podía hacer las tareas domésticas, tenía
problemas para ducharme y para vestirme.
Los médicos me quitaban la baja continuamente cuando yo no podía trabajar. Mis
compañeros me trataban de “cuentista”. Mi vida íntima y afectiva estaba
hundida, y mi economía también, me estaba gastando una fortuna en médicos privados,
viajes…
Otro problema añadido fue el exceso de tiempo transcurrido desde el accidente.
La falta de resultados hiciéron que
todo se complicase muchísimo, no sólo a nivel físico y psicológico,
también legal.
Yo estaba en un continuo estado de ansiedad, shock y negación de mi realidad.
Tomé decisiones desde esa perspectiva
que ahora me perjudican;
1-renuncié a la incapacidad permanente sin estar sanada.
2-renuncié a mi trabajo por una confusión interna cuando comencé a perder campo
visual en 2010.
3-tiré la toalla, renuncié
a todo, ya no podía más en mi relación con la compañía Mapfre. Los abogados me
desanimaban, me decían que había pasado mucho tiempo, yo sentía que mis
lesiones eran falsas y no debía pedir a la compañía. Un abogado no envió la interrupción
de la prescripción del 2010, otro me engañó diciéndome que había enviado la
interrupción cuando nunca me envió la copia que le pedí y a partir de ahí dejo
de cogerme el teléfono.
Nadie se ha responsabilizado
Hasta ahora no he podido ver mi situación con perspectiva y ordenar
todo lo pasado. Tampoco he tenido la fuerza emocional y mental necesaria para
afrontar este escrito
A día de hoy, nadie se ha responsabilizado
por los daños que se me han causado. El tiempo
transcurrido y todo lo pasado han permitido a la compañía de seguros no hacerse
cargo de mis lesiones. Además, las leyes tienen sus plazos, los casos
prescriben. Yo cometí errores debido a mi estado mental. Todo esto ha jugado en
mi contra. Me he sentido durante años en la más absoluta indefensión. Carecía
de claridad mental para llevar mis asuntos legales que se habían complicado
infinitamente. De ahí que aunque lo intenté, todo salió mal. Solo me quedaban
fuerzas para atender a mi supervivencia diaria.
Pero guardo constancia documental de todas las actuaciones y me siento
cada día más fuerte.
___________________________________
CRONOLOGÍA
DEL MAL TRATO
0- Tras el accidente, acudo a la seguridad social, urgencias, en
Vitoria dos veces con dolores intensos en cervicales, zona lumbar, caderas,
hombros y pies. Me diagnostican latigazo cervical y hombro derecho. Después
hombro izquierdo. El resto de dolores me dicen que son por el impacto y que se
me pasarán. No los reflejan en el informe.
El médico de
la compañía aseguradora,
ante mi relato de síntomas que ahora incluye también:
-Dolor en brazos de cuello a manos, imposibilidad de
coger pesos mínimos.
-Dolor en lateral de ambas piernas que va de caderas
a rodillas, en zona inguinal, al sentarme y levantarme, imposibilidad de abrir
las piernas, dolor intenso en nalga derecha que me hace cojear, en
ciáticos bilateral.
-Dolor y tensión en planta y talón de ambos pies
(después sabré que esto se debe al desplazamiento de las caderas)-, me envía a
rehabilitación. Acudo durante 6 meses sin mejoría, a pesar de lo cual su
diagnóstico final es: "el dolor en
hombros es un reflejo del dolor cervical, el dolor en caderas es un reflejo del
dolor lumbar”.
De modo que la aseguradora
sólo me reconocerá el impacto cervical y lumbar
pero no el resto.
Me dan el alta (sin Artro-Rmn), el 17 de junio 2005
con limitación severa y dolor. Me recomiendan que vaya al psiquiatra.
2- Acudo a una masajista.
Ella me manipula los hombros y empeora mi situación. Después sé que lo que ella
hizo fue desplazar las lesiones que ya estaban con anterioridad.
3- Acudo a Osakidetza
(Servicio Vasco de Salud). Consulto principalmente por hombros y me ven
infinidad de doctores en múltiples citas a lo largo de más de dos años y medio
(agosto 2005 a principios 2008). Diagnóstico de todos ellos: “no sé lo que
tienes”,”no vemos nada”. Después me diagnosticarán de “hiperlaxa”. Yo sigo
insistiendo en cada consulta que “hay algo más” pero siguen enviándome a
rehabilitación y/o al psiquiatra.
4- Simultáneamente a las consultas en la sanidad pública, y ante la
falta de mejoría, consulto a especialistas
privados que me dicen lo mismo: “no
sé lo que tienes” o dolores inespecíficos.
5- A finales del año 2007 un traumatólogo especialista de Osakidetza “ya” en hombro sospecha
lesión de slap pero me disuade (es muy improbable, me dice), y no me hace la
Artro-Rmn Decido hacérmela en mi
seguro privado. El resultado es concluyente: Slap positivo para hombro izquierdo.
6- Me operan el hombro izquierdo pero queda mal.
7- Mientras estoy en lista de espera
para operar el hombro derecho me quedo coja al 100% de la cadera derecha. En
Vitoria solicito una artro resonancia de caderas pero “no ven nada”, me derivan
a Barcelona, al Instituto Universitario
Dexeus. Allí me confirman lesión de labrum positivo ambas caderas.
8- Me operan la cadera derecha en octubre 08. Un año después sigo con
mecánica invalidante. Según el especialista, se debe a la ulcera formada por el
tiempo transcurrido desde el accidente. Me propone rehabilitación y calcio.
Mientras tanto, el dolor me obliga a llevar muletas. Como sigo teniendo los
hombros mal y la otra cadera también, el
dolor es insoportable pero nadie parece escucharme.
9- Mientras, estoy tomando el calcio: tres medicamentos fuertes a la vez, noto al
poco tiempo que aparece un pico en un
dedo de mi mano, después noto más picos, más deformaciones pero “las
niego”. Psicológicamente estoy anulada y solo veo la alternativa de
seguir obedeciendo al médico para poder dejar las muletas lo antes posible. Él
en ningún momento considera que el tratamiento pueda estar perjudicándome,
aunque yo le he mostrado mis deformaciones. Cuando puedo tomar contacto con la
realidad (a los 6 meses), lo dejo. Le pido una analítica y consulto por mi
cuenta a un reumatólogo: me diagnostica
artrosis generalizada. El daño ya está hecho.
10- En octubre 2009, el mismo médico me opera
la misma cadera. Estoy tan anulada y dependiente que me cuesta creer que se repiten los fuertes dolores posteriores. Cuando
se lo comunico, veo su cara de incredulidad y sus sospechas hacia mi estado
psicológico. Sabré más tarde, en
una tercera intervención con otro profesional, que también en esta
ocasión hay adherencias, pero él en
ningún momento se lo plantea.
11- Mientras tanto, los efectos
adversos de tanta medicación el stress
continuado durante años y por último los antidepresivos y ansiolíticos me han provocado una subida de presión ocular y glaucoma que se
hace severa en octubre de 2009, tras la segunda operación en la cadera derecha.
Sin embargo, no acudo a consulta hasta enero de 2010, cuando noto un
fallo en mi campo visual, porque psicológicamente estoy bloqueada, no puedo
admitir otro problema más
12- Comienzo una peregrinación desesperada por
oftalmólogos.
El miedo me supera porque mi
campo visual disminuye día a día. Nadie me cree, una vez más. Me envían directamente al psiquiatra.
Para abreviar diré que después de muchas consultas
supe que lo que estaba pasando era que tenía hemorragias internas por exceso de presión, de ahí la
pérdida rápida. Esto derivó en daño en nervios ópticos Me pautan gotas hipotensoras que me causan
muchos problemas por lo que me realizan diferentes técnicas para intentar bajar
la presión.
Finalmente me intervienen el ojo izquierdo en septiembre 2011 que me deja una
secuela importante.
13- Encuentro un traumatólogo que me re-intervendrá cadera derecha y
hombro izquierdo y me intervendrá por primera vez cadera izquierda, hombro
derecho. Esto a lo largo de tres años.
14- Consecuencias de todo lo pasado:
-Las severas secuelas debido al retraso en el tiempo
han hecho que necesite más intervenciones en el futuro.
-Todo este proceso derivó en una ceguera parcial
central bilateral. Añadido a esto, la intervención quirúrgica en mi ojo
izquierdo me causó una gran ampolla que
me hace ver borroso, doble y desenfocado.
-Padezco deformaciones en todo mi cuerpo por
artrosis
-Tengo una incapacitación para llevar una vida normal, con actividad física.
Esto ha derivado en una ostoporosis con riesgo alto de fractura.
-Tengo múltiples cicatrices.
-La ansiedad y miedo por todo lo pasado y todo lo
que debo llevar en mi día a día ha llegado a un extremo tan severo que me ha
causado un trastorno de personalidad: “trastorno de despersonalización y
desrealización, que me hace negar mi realidad.
-Más de diez años de mi vida han sido destruidos y
el resto condicionados y nadie se ha
responsabilizado por mis daños.
Mi voz ha de ser escuchada. Mis daños reparados.
Mi condición de “mujer-víctima del síndrome de Yentl” reconocida. A partir de
entonces empezaré a recuperarme realmente, tanto física como psíquicamente.
Este escrito es un primer paso para ello
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