"Nunca he creído que el poeta sea alguien que posea una sensibilidad especial o una percepción espiritual extraordinaria, o que tenga derecho a vivir apartado del mundo, ni que esté por encima de la vida común y corriente de los demás. Al escribir poesía he conocido intensa felicidad y el peor de los temores: que las paredes no puedan derribarse y que esas palabras no logren llegar a otro ser...

En el transcurso de la escritura de mis poemas, además -antes de que mi inteligencia racional lo supiera-, he aprendido el camino a seguir, las direcciones personales y políticas de mi vida. Ninguno de estos poemas surgió de una idea abstracta sobre el arte, son producto de la convicción y de la necesidad. Me sentiré complacida si sientes en ellos la respiración de una mujer que vive, que intenta cumplir su función en el mundo y que todavía sigue afrontando decisiones y fronteras"

Adrienne Rich




Esto es lo que hemos aprendido a ejercitar
Aquellos que habitamos
Áreas atormentadas



.......


La puerta misma
no hace promesas.
Solo es una puerta.





" Pienso de modo general que los intelectuales -si es que existe o debe seguir existiendo tal categoría, lo que no es seguro ni siquiera tal vez deseable- renuncian a su vieja función profética.
Y no me refiero únicamente a su pretensión de decir lo que va a ocurrir, sino a la función de legislador a la que han aspirado durante tanto tiempo: 'Eso es lo que hay que hacer; eso es lo correcto, seguidme. En medio de la agitación en que os movéis todos, he aquí el punto fijo, el lugar donde me encuentro'. El sabio griego, el profeta judío y el legislador romano son modelos que rondan continuamente a quienes hoy hablan y escriben por profesión. Sueño con el intelectual destructor de evidencias y universalismos, el que señala e indica en las inercias y las sujeciones del presente los puntos débiles, las aperturas, las líneas de fuerza, el que se desplaza incesantemente y no sabe a ciencia cierta dónde estará ni qué pensará mañana, pues tiene centrada toda su atención en el presente, el que contribuya allí por donde pasa a plantear la pregunta de si la revolución vale la pena (y qué revolución y qué esfuerzo son los los que valen la pena) teniendo en cuenta que a esa pregunta solo podrán responder quienes acepten arriesgar su vida por hacerla"
Foucalt