JACK


Lentamente, de forma sigilosa, el perro se arrastró por el suelo hasta llegar a ella. La chica estaba llorando, en posición fetal, sobre la hierba. El perro se acercó despacio y comenzó a olisquearla, por todo el cuerpo. La chica siguió llorando sin percatarse de la presencia del perro. Se encendió la farola que había junto a la chica, anochecía. La escena parecía reproducir una extraña danza entre el perro y la chica. El perro se sentó a su lado. Ella siguió llorando, cada vez más y más fuerte, con algún espasmo corporal provocado por el frío, hasta que pasadas dos horas su llanto cesó de golpe. Estiró las piernas, se sentó, y comenzó a acariciar la hierba que la rodeaba. Fue entonces cuando lo vio, allí mismo, junto a ella, sin moverse, con su mirada clavada en sus ojos. Jack había regresado a casa.