El no muerto no cree en el amor. En las servidumbres que el hombre impone. Cree en el momento que precede al beso, en esa cercanía intacta del todo es posible. De la identidad definida en ese mismo instante. Esa pertenencia. Su reflejo en el cuerpo amado. No creerse ningún milagro, sólo la mano que acaricia sin preguntas.

El cuaderno griego