CLASES SOCIALES



Mira las ruinas de un bosque de abedules: qué cortezas, qué incendios demostrados.

En la rotonda sin circulación, en la idea o proyecto de rotonda, sin carteles que realizaran la síntesis de Friedel-Crafts, asomaron los genitales del hombre solitario. Dios estaba borracho, herborizaba con su barba antigua al lado de la acequia donde se masturbó la emperatriz de Rusia. Era lógico: el periódico traía una entrevista.

Dijimos pista; no, rectificamos. Eran torres de alta tensión. Si te acercaras al obrero ruso. Una noción sin altavoz “obrero”. Libera me, Domine, de morte aeterna. Pues todo eso fue un paseo vespertino. Después de visitar al ufólogo un obrero alienado salió con diez pulmones y su oreja. Fue al cabo de una lágrima cuando encontró dormidas a las máquinas. Llevaba en la solapa palabras inhumanas.

Era una pesadilla haciendo el pino.

Era entre terraplén y un cementerio. La autopista pasaba por encima. Pilotes de hormigón, pintadas que no estaban de servicio. Un río abajo y su reflejo en el bidón bidón bidón de acetileno. El obrero temía por su baja. “Lo normal es que no se prolongue más de quince días”

Le calmó, sin embargo, visitar las ruinas del monasterio ortodoxo que halló en el suelo, junto al cadáver del adolescente.



FRANCISCO ALBA