La austeridad no es hoy en día un simple instrumento de política económica al que se tenga que recurrir para superar una dificultad temporal, coyuntural, con el propósito de permitir la reanudación y el restablecimiento de los viejos mecanismos económicos y sociales. Esta es la forma en que los grupos dominantes y las fuerzas políticas conservadoras conciben y presentan la austeridad, pero no es así para nosotros. Para nosotros, la austeridad es un medio para oponerse con radicalidad y sentar las bases para la superación de un sistema que ha entrado en una crisis estructural y de fondo, no coyuntural, de un sistema cuyas características distintivas son el derroche y el despilfarro, la exaltación de los particularismos y del individualismo más desenfrenado, del consumismo más insensato. La austeridad significa rigor, eficiencia, seriedad y significa justicia; es decir, lo contrario de todo lo que hemos conocido y sufrido, y que nos ha llevado a la crisis gravísima cuyos estragos hace años que se acumulan y que en la actualidad se manifiesta en Italia en toda su dramática dimensión.
E. Berlinguer, “Austerità. Occasione per trasformare l’Italia”, 1977. Cita en: “Mientras tanto”, nº 117, año 2012
Enrico Berlinguer, secretario general del Partido Comunista Italiano (PCI) entre 1972 y 1984, lanzó, en plena crisis del petróleo, la idea de la austeridad como respuesta. No era concebida como un simple instrumento de política económica para la ocasión, sino que se anclaba en el ejercicio público y privado de otros conceptos como el rigor, la justicia, la eficiencia y la seriedad. Era una visión de un nuevo modelo de producción y de producir. Después de 40 años, los poderes económicos y sus edecanes, los políticos, lanzan la consigna de poner en marcha mecanismos y medidas de austeridad para abordar la crisis. Sin embargo, las diferencias con el discurso berlingueriano son abisales. Lo que ahora se está aplicando no es sólo un fortísimo recorte de derechos sociales, sino un nuevo modelo de relación capital-trabajo que nos retrotrae a la época del capitalismo manchesteriano.
La austeridad es una manifestación de la racionalidad en cuanto al uso de los recursos, la aplicación de los mismos a las necesidades inherentes al desarrollo personal y colectivo y su reposición en aras del equilibrio ecológico.
La austeridad es incompatible con unas fuerzas económicas y financieras totalmente desligadas y ajenas a las decisiones de los poderes públicos y de los pueblos que, en última instancia, los sostienen. Y en establecer una correcta y coherente adecuación entre medios, resultados y fines en orden a objetivos que generalicen la aplicación de los derechos humanos estriba el concepto eficiencia, hijo de la austeridad.
Pero hay en todo esto una notable diferencia entre la austeridad como virtud práctica capaz de instalar la justicia y la degradación actual del concepto: el rigor del discurso, la claridad y precisión de los términos, la justeza de las propuestas y la ausencia de demagogia electoralista.
Los conceptos y las palabras también precisan de la austeridad.
Julio Anguita