PROLOGO DE AINHOA SAEZ DE ZAITEGUI

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David González cuenta cosas

Lo cual podría parecer una simpleza, pero que nadie subestime la verborrea de una cabeza hueca: no tener nada que decir casi nunca impide decirlo. Es el drama de demasiados poetas técnicamente válidos y cerebralmente muertos. La criatura humana vive poco y mal, apenas experimenta nada, raras veces piensa por sí misma. Existir es una ocupación a tiempo completo, la vida no nos da para ser fascinantes. Por eso escribimos tonterías o plagiamos a Ginsberg: para sobrevivir a nuestra intrascendencia.

David González no. David González suministra un volumen de información wikipédica. No hay tiempo para libros no deja de ser un título insultantemente irónico, dado que en 125 páginas se contienen seminalmente varias novelas, un par de ensayos y mucha más poesía de la que está impresa en el papel. Otros poetas -los amigos de prologuistas, mayormente- aislarían cada uno de estos 50 poemas y, con esto viejo y aquello azul y lo de allá prestado, publicarían 50 libros. Claro que, para eso, tendrían antes que concebir al menos uno de estos 50 poemas. Cosa inverosímil donde las haya, por desgracia para ellos y suerte para nosotros.

Los de David González son poemas, sí, pero su naturaleza narrativa los desplaza genológicamente desde la lírica hacia la épica, situándolos en un punto intermedio. El mecanismo es limpio y eficaz: primero se exponen los hechos, después se implica su significado. Los hechos suelen ser propiedad privada, experiencias individuales de los seres humanos/literarios que viven en un libro ominosamente subtitulado Nadie a salvo. El significado de esos hechos, sin embargo, nos alcanza a todos.

Es arriesgado -no suicida- aplicar a David González apodos exhaustos como poeta social, aunque denuncie explícitamente la brutalidad policial - "abajo están las rocas: / y las olas rompiendo contra las rocas: /lavando mi sangre/ y llevándose mis despojos"- o la violencia de un padre contra su propia hija. En unos poemas nos encontraremos a nosotros mismos como miembros a regañadientes de tribus donde ni somos ni deseamos ser bienvenidos: "Musa & david/ no tienen nada de nada: /ni casa propia:/ ni coche:/ ni hijos:/ ni tarjetas de crédito:/ ni vacaciones:/ en realidad:/ y esto es lo más jodido:/ Musa & david/ ni tan siquiera/ se tienen ya/ el uno/ al otro". Pero no hace falta reconocerse en nada ni nadie para comprender algo o a alguien. Es el movimiento del arte por inercia: hacia lo universal. Incapaz de ser trivial, David González no nos entretiene con viñetas ni moralejas ni intrahistorias de la irrelevancia. A lo que él se dedica es a la sustancia de la existencia humana, con independencia de si está incrustada en el cielo roto de Hiroshima o en el nudo de la corbata de American Gigolo. A esto se llama ser postmoderno o, simplemente, pensar.