Ese reptil anegado en barro.
La experiencia del frío verde
y la humedad,
las calles desiertas
al grito.
El residuo animado y chirriante
que deja el dolor
tras de sí.

Nada.
Nada alrededor.

Como si un muerto
anidase el vientre.

Y una advertencia en el aire:
el dolor lo engulle todo.