http://obstinados.wordpress.com/


Carta a una hermana: las cuerdas y los agujeros-luz.


En medio de los túneles por los que deambulamos, todos buscamos un refugio amable, un sitio seguro donde anidar y alejarnos. Todos sentimos el anhelo de ser amados y aliviados en el cuerpo de otro, de que se acepte y se cuide nuestra vulnerabilidad, porque todo es hambre. Hay períodos de aprendizaje duro que parece que no van a terminar nunca pero al final del túnel, si se presta atención, podremos ver que casi siempre se entreabre una salida, un agujero luz, hacia el cual hay que encaminarse aunque sea a trompicones.
Kit de supervivencia para esos tránsitos duros: la amistad, la disponibilidad, el afecto de otros. El cuidado. Los lugares a salvo. La conexión entre las personas, como cuerdas que tejen esa red de sostén hecha de manos tendidas y rumor de conversaciones generosas; esas cuerdas que nombra Ana Vega en los últimos versos de su poema, anudadas entre unas manos ajenas y las nuestras: 

 

 LA CUERDA
Hay cuerdas
colgando
del cielo.
Preparadas, listas,
para encajar
cabezas
con un nudo.

Hay cuerdas
que se convierten
en soga
y
cuerdas invisibles
que anudan las manos.


 (de La Edad de los Lagartos)



El corazón (tu corazón, el mío) no es solo una víscera que pesa 600 gramos; es la metáfora de mucho más. Como en la amistad no caben pactos firmados, todo es libre. La unión tiene mucho de amor fou, de locura; es voluntaria e indómita, pero tiene que ser siempre de doble entrada o no vale. Debe haber disponibilidad. Si el amigo nos la ofrece libremente, entonces debemos celebrar este regalo que la vida no presenta muchas veces. No existe otro lugar más seguro, un refugio más antiaéreo más a salvo que la amistad. En ese afecto crecemos, no importa la edad que tengamos. Y habrá que seguir construyendo esos lugares a salvo a través de la conversación que no cesa, la que surge como el musgo sobre las piedras más duras.