I want you…
“I want you, you, you…”
Tom Waits
Quedarme tan solo
un instante más
enredada en las sábanas
de la cama que huelen
a nosotros dos
una noche cualquiera
amándonos. Porque te deseo,
deseo, deseo, deseo
que fluye por mi cuerpo
en forma de silueta
que dibujan dos cuerpos
amándose, amándose
como nosotros dos
absortos en el deseo,
el deseo, ese deseo
que aún permanece
intacto en el hueco
de tu ausencia. Porque
anoche, como tantas otras,
tu cuerpo y el mío
cabalgaron juntos
hasta perderse en el abismo
que se crea a nuestro alrededor,
cuando en el centro mismo
del magma que forma
la esencia de nosotros dos amándonos,
fundiéndonos en lo más profundo
de lo que no se dice, que apenas se ve,
y que, sin embargo, se percibe
lentamente en el jadeo
agridulce que se nos escapa
de la boca cuando a punto
estamos de rendirnos tras la batalla,
y ese último beso
se alza entonces junto a las miradas
febriles que aún aguantan en pie
las embestidas del amor
y es entonces que al fin
susurro con el alma misma,
que lo que a ti me ata
en ese instante es el deseo animal
porque no hay más explicación
empírica ante el hecho más evidente
que puede producirse en una cama,
entre dos cuerpos que entrelazados,
en un baile lento y rítmico,
a veces convulso e indeterminado,
pero del todo lúcido pues, allí y ahora,
ellos se conocen y conocerán
mejor que nunca,
allí, el deseo, el firme deseo,
de penetrar más allá del alma del otro
se convierte en la respuesta definitiva,
aquello que conjuga en un breve silencio
que se interrumpe por el suspiro último
de tu boca y la mía,
tu cuerpo y el mío,
en una misma noche,
una madrugada que estalla
y se rompe bajo unas sábanas,
que quiebra en cierto modo
todo amanecer posible
pues el día se transforma ya para siempre
en el momento mismo en que cruzas la puerta,
te abalanzas sobre mí,
y el felino que se esconde dentro me abandona
porque niega toda defensa
y es entonces cuando he de admitir
lo evidente, el deseo,
que el deseo me conduce a ti,
porque el deseo me transforma
en la mujer
que escribe estas palabras
ahora que ya te has ido.
Desearte me conduce entonces
hacia mi misma,
hacia el centro neurálgico
del deseo mismo
que empuja toda vida
hacia delante.
Deseo de tener, tenerte,
desear sin más,
deseo al fin y al cabo
que me mantiene viva,
deseando…

La chica del puente
busca desesperada
bajos las aguas
del Sena
al lanzador
de cuchillos
que consiga
coser
sus grietas.
Éste la observa
desde lejos,
adivinando
en cada movimiento
de su lucha
constante
por mantenerse
firme
frente a la muerte
una señal
que sólo él puede ver.
Ella gira su cabeza
hacia un lado
y otro
porque el reflejo
del cuchillo
le llega
de todas partes:
dentro,
bajo el agua
y en él.
Cuestión de decidir
el camino más suave
hacia la muerte,
gélidas aguas del Sena
que te engullen
sin saber tu nombre
o los ojos que te
observan
en ese mismo instante,
en ese puente que has elegido.
Y entonces,
él decide
por ella.
Se acerca
y la deslumbra
con la rotundidad
con que afirma
conocer
sus gestos,
su silueta
y los secretos
que la suerte
le niega
a aquellos
que en noches frías
buscan amparo
en los puentes.
Él le ofrece
sus armas
y ella elige.
Chica del puente
busca
lanzador de cuchillos…
tú, David González
En las noches
más frías,
cuando las sábanas
pesan
sobre el cuerpo
sigues llegando
tú, sigiloso,
rompiendo
el vértigo
de las visiones
nocturnas
de las heridas
abiertas
que aún sangran.
Sigues
acariciando
mi mano
con la tuya,
tapando
con tu boca
el recuerdo
que me muerde
siempre
a ciertas horas.
Y sigues llegando
a tiempo
para curarme...
Hay cuerdas
colgando
del cielo.
Preparadas, listas,
para encajar
cabezas
con un nudo.
Hay cuerdas
que se convierten
en soga
y
cuerdas invisibles
que anudan
las manos.
La cuerda
luce
recta
hacia
abajo
desde
el cielo,
esperando
el momento
exacto
en que los ojos,
en búsqueda
desesperada,
alcen
su última
oración
hacia el techo
y justo
entonces
no hallen
más respuesta
que el hueco
que les ofrece
limpio,
intacto,
la cuerda
suspendida
en el aire.
La nada
que permanece
invariable,
aquella
que cubre
cabezas
con su manto
blanco.
Firmemente
anudado
tu cuello
entonces
a la eternidad.
La calma
que acompaña
al punto más álgido
del dolor
más agudo
es, sin duda,
la calma más sonora,
ruidosa,
e hiriente,
que puede
escucharse
bajo los párpados.
En la ceguera
que provoca el dolor
todo susurro
se transforma
en grito.
La impotencia
se convierte
en golpe seco
con el que un martillo
invisible
golpea
el vientre
y la cabeza.
Y ese calor indefinido
que se apodera
del cuerpo
y lo inunda
con voces roncas
a modo
de diminutos clavos
que se incrustan
bajo la piel,
toda la piel, las vísceras,
la razón…
Es la calma extraña
que inunda
lo imposible,
el desahucio
definitivo,
la lágrima
que se seca
antes de llegar
al ojo.
Y nadie entonces alrededor.
Y nadie cerca.
Sólo esa extraña calma
ensordecedora.
¿Qué es el Comercio Justo?,
Experiencias desde L’Arcu la Vieya
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Jueves 27 Noviembre a las 20 H
L'ARCU LA VIEYA es un proyecto asambleario y abierto a todas las personas
que quieran participar y está autogestionado con el trabajo y apoyo de personas,
colectivos y con las ventas de una tienda de comercio justo – consumo responsable,
que permiten mantener un espacio libre para todo el mundo, EL LOCAL SOCIAL.
EL LOCAL SOCIAL es un espacio libre, autogestionado y disponible para todas
las personas y colectivos que lo necesiten o quieran hacer uso de él. Un lugar donde
realizar actividades(charlas, debates, talleres, asambleas, exposiciones,
proyecciones…), usar la biblioteca, tomar un café, encontrar información y leer las
publicaciones.
Como la loba
que carece de amo
y sufre espasmos de melancolía,
enredada en pensamientos
que van desde tu boca
hasta el fin del romance.
Acarreando mil soledades
que acechan por todas partes.
Lamiendo restos de ti,
retozando bajo tu olor
que aún perdura
en el suelo más frío
de la casa.
Aullando cada noche
como la perra que soy
a tus pies.
Murmurando jadeos que se recuerdan
para sobrevivir
entre estas paredes
que un día bautizamos juntos.
Rasgándome la falda
en tu memoria,
y caminando como perdida
a media luz, a ciegas,
por callejones
a los que con altísima frecuencia
me arrojabas a los abismos del amor.
Jurando, bajo estas últimas sábanas,
que si no vuelves
me entregaré en tu honor
en cuerpos y extrañas voces
buscando recodos inauditos,
ecos, alientos desbordados,
posturas impronunciables,
rastreando tus pasos
por el infinito mundo del cuerpo ajeno.
Como la loba que soy,
como la perra que sigo siendo.
NUNCA
Hay ojos
que me miran
sin verme,
y manos
que aún
expertas
en adiestramientos
ajenos,
infinitos, quizás,
nunca hallarán
el punto exacto
en que mi geometría
alcanza
la curvatura perfecta,
cuando pierdo entonces
la conciencia
pues sólo de ese modo
mis piernas
alcanzan
la postura
impronunciable
del viento,
y mi espalda
se arquea
y mis manos
buscan
bajo
la niebla
de la respiración
de al lado
un apoyo
donde esconder,
proteger,
aquello
que no tiene nombre:
el presente paralizado
entre dos cuerpos.
La bendita cercanía
vencida por un beso.
Y aún así
hay manos
que desconocerán
siempre
el pliegue
más íntimo
donde
mi cuerpo
se convierte
en una boca hambrienta
y tu cuerpo
en sed infinita.
Hay manos
que nunca,
ojos que
nunca,
nombres que
nunca
sabrán
nunca
jamás
nunca
nada
de mí.
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TRANSPORTADOR DE ÁNGULOS
Eva cogió el alfiler y el transportador de ángulos, los guardó en el bolso y comenzó a silbar. Hacía mucho calor. La ciudad estaba desierta. Madrid no era lo mismo. Lo haría en la Gran Vía, sí, allí, en cualquier esquina. Salió de casa y bajó las escaleras deprisa. Cogió un taxi. El taxista cambió de emisora. Un tipo argentino, amable y guapo, muy guapo. Un tango tras otro en el taxi. Una y otra vez. Hablaron. Eva le escribió su número de teléfono en un billete de autobús. Sonrió al salir y dio un portazo sin querer. Se giró y volvió a sonreír. Caminó un rato. Buscó una esquina. Abrió el bolso y cogió el alfiler. Sacó el transportador de ángulos y un billete de cincuenta euros. Lo envolvió con el billete anudándolo con el alfiler para que no se cayera. Lo arrojó al suelo y se quedó allí esperando. Un anciano se acercó, tocó con su bastón el transportador y le dio unos golpecitos. Se agachó a cogerlo. Entonces Eva comenzó a silbar. Cerró su bolso y se fue a casa.
Exangüe, la palabra en cuestión es exangüe. Vaya donde vaya ahí está, arrogante, altiva, burlándose de un pobre inocente como yo. Se le olvida, a la muy engreída, que ha sido creada por mí, por nosotros los humanos; se cree que la ha parido el diccionario solito.
Todo comenzó el fatídico día en que mi hijo me preguntó el significado de la palabra exabrupto, ahí comenzó mi desdicha. Como todo buen padre, mentí para ocultar mi ignorancia de oficinista de mediana edad inculto y algo vulgar y convencí a mi retoño de que, a pesar de que su padre podría explicarle muy bien su significado, lo mejor para su aprendizaje sería acudir al diccionario e ir cogiendo el hábito de tan sana costumbre. En fin, la ceguera de la inocencia nos permite a los padres convertirnos ante los atónitos ojos de nuestros hijos en todo aquello que nos gustaría ser y nunca seremos. Inevitablemente, los hijos van creciendo y cierto día se dan cuenta de lo ridículos e insignificantes que somos, sobre todo después de haber mentido tanto.
Acudimos, como si de una inusitada odisea se tratase, mi hijo y yo en busca de la peculiar palabreja.
Llegamos a la “e” un poco cansados, ya que Javi había insistido inexplicablemente en detenerse en las últimas páginas de la “b” y la “c”, a veces hasta lo más insólito puede resultar apasionante. Aquí está, me dijo con una ilusión que, la verdad, nunca lograré entender: “Exabrupto: cosa dicha bruscamente”. Javi salió corriendo como si nada en el mundo tuviese interés para él o exigiese su presencia, y ahí me quedé yo, solo ante las páginas doscientos setenta y ocho y doscientos setenta y nueve. Por curiosidad, examiné las palabras que allí se me ofrecían como todo un descubrimiento. Exacerbar, exacto, exaltar, examen... exangüe, la palabra me produjo un cierto cosquilleo momentáneo. Cerré el diccionario. Exangüe, pensé, qué palabra más rara. Lo abrí de nuevo y examiné su definición: “Exangüe: desangrado, aniquilado, sin fuerzas”.
Días más tarde, hojeando el periódico volví a encontrarme de nuevo ante su ingrata presencia: “El cuerpo de la víctima yacía exangüe...”. Simpática y desagradable coincidencia, pensé. Mi vida de oficinista de segunda y honrado padre de familia continuó su cotidiano transcurso.
Yo aún no me había dado cuenta pero ella ya había comenzado su persecución, me refiero a la dichosa palabreja, por supuesto.
Cierto día me la encontré de nuevo en un cartel publicitario, y eso no fue lo peor, porque al día siguiente apareció en mi propia casa, en la boca de mi propia mujer.
La persecución llegó más lejos. Ahora ya no se conformaba conmigo, amenazaba en las recetas de cocina de mi esposa, en los cuadernos de caligrafía de mi hijo, en los locutores de radio, en los telediarios, incluso se había apoderado de mi suegra. Los diccionarios deberían llevar una etiqueta adjunta para advertir a posibles incautos como yo de los peligros de las palabras, sobre todo de su facilidad para adherirse a los humanos.
Dicen que el hombre es un animal de costumbres, pero yo no consigo adaptarme a tan horrible persecución, quizás si la palabra fuese otra, dalia, pez, incluso farmacia, podría soportarlo. Y aquí estoy yo, un oficinista de segunda y honrado padre de familia, al límite de quedar abatido por tanta presión, exangüe (incluso a mí me ha poseído).
Pero, lo que más me asusta, es que esta mañana, al leer el periódico mi mirada se ha visto ineludiblemente atraída hacia un titular donde aparecía la palabra más espantosa que he visto en mi vida: “Pingüe”.
Tengo miedo.
Esta pregunta un tanto contradictoria refleja con exactitud el posible engaño, confusión o malentendido que se esconde tras cada palabra pronunciada, cada frase (menos probabilidades de que esto ocurra en la palabra escrita, lo escrito dicho queda). Seamos realistas: las palabras se las lleva el viento, los hechos permanecen. La semana pasada un artículo de José Antonio Marina, ese grandísimo taxidermista de las emociones y sentimientos del ser humano, nos ofreció una visión valiente y precisa acerca de eso tan abstracto, curioso, y en tantas ocasiones ridículo y casi paranormal, que llamamos amor. José Antonio Marina nos cuenta que suele dar un consejo a sus alumnos y alumnas, a sabiendas de que no lo van a seguir: “Les digo que, a pesar de ser un anticlímax, cuando reciban una declaración amorosa del tipo: ‘Te quiero con toda mi alma’, lo sensato es preguntar: ‘¿Y para qué me quieres?’”. Detengámonos un segundo a reflexionar este asunto, aparentemente sencillo. Cuando alguien nos dice “te quiero” –no “te quiero mucho”, que no es lo mismo- y en primer lugar es probable, muy probable, que esta afirmación haya salido de su boca sin que su cabeza lo haya procesado siquiera, pueda darse el caso de que quien lo dice tenga razones que él sí sabe pero nosotros desconocemos, razones ocultas, a veces buenas, maravillosas (calabazas en forma de carroza, perdices en su punto y otros cuentos) o no tan buenas (ya tengo la “perdiz” en la cazuela, me la como y se acabó la historia) o curiosas, personales e intransferibles (quien lo dice piensa: ¿qué acabo de hacer y cómo salgo de aquí? ¿Tendré que pasar por el altar? ¿Habrá perdices en el banquete?). De todas formas lo diga quien lo diga y como lo diga, un escaso 15% de la población no ha sometido dicha afirmación a consenso alguno consigo mismo. Y entonces lo que empezó con una frase se convierte en muchas ocasiones en galimatías sentimental y lingüístico. Sin embargo, si a ese “te quiero”, que se magnifica cada cinco segundos aproximadamente en el mundo, le siguiera la pregunta del interlocutor -que intenta mover algún músculo o extremidad inferior tras dicha afirmación- en un tono relajado y cordial un ¿y para qué me quieres?,entonces, y sólo entonces, ahí, comenzaríamos a entendernos. Todos nos movemos mediante códigos desconocidos para los demás, la vida consiste en ir descifrando los códigos ajenos –y los propios también-, lo que implica la construcción de una torre de Babel sentimental diaria por cabeza. Cuando alguien te dice “te quiero”, o uno mismo hincha los pulmones y expulsa una afirmación tan peliaguda debería dejar claro que un “te quiero” mal entendido deja una mancha enorme, muy difícil de eliminar, y sin embargo un “te quiero” acompañado de un complemento directo o indirecto suele ser mucho más efectivo, menos dañino y más realista, para qué engañarnos. La mayor parte de las mujeres que mueren a manos de sus parejas han escuchado en boca de sus verdugos muchas afirmaciones de ese calibre: “te quiero más que a mi vida…” José Antonio Marina recalca la necesidad de reconocer los propios sentimientos, hay gente a la que queremos para una noche, otra para dos, otra para tres, otra para cuatro, y un día nos encontramos ante alguien con quien el número de noches esperamos sea indefinido. Mientras tanto, propongo, practiquemos el “te quiero acompañar al cine” y aparquemos las perdices que tanto daño han provocado a conciencias y subconscientes varios. Tengamos en cuenta lo que nos advierte José Antonio Marina: “Los sentimientos tienen las propiedades del cristal”. El amor es un todo, un engranaje imperfecto, pero un misterioso producto que consiguen elaborar dos personas (o más, cada uno añada lo que tenga a bien) con una cantidad ilimitada de ingredientes, la mayor parte desconocidos por ambos sujetos hasta ese momento. “El amor es un deseo que va acompañado de muchos sentimientos, con frecuencia contradictorios, y que pueden estabilizarse en profundas y constantes formas de apego”, nos dice el filósofo. Éste es sin duda un buen momento para darse la vuelta con cierto garbo y preguntar a su correspondiente cónyuge, amigo, vecino, gato, perro, o tal vez hurón, tan de moda en estos tiempos, eso de “¿y para qué me quieres?”. Espero no sea demasiado tarde para ninguno de ustedes.
ANA VEGA
Herman Hesse afirmaba en uno de sus artículos que la obstinación no era un defecto sino una virtud. Al menos cierto tipo de obstinación. Digamos que la bendita obstinación de defender nuestra forma de vida, actitudes, modos y maneras de vivirla. La obstinación, por tanto, nos llevaría a empecinarnos en defender nuestros principios (y por principios entiendo aquello que uno mismo ha creado para su uso personal, para elaborar su propia tabla, pizarra o similar de mandamientos); aquello que Rosendo llamaba “maneras de vivir…”. Esta se convertiría entonces en una herramienta clave en nuestra supervivencia como individuos únicos e irrepetibles, para marcar la diferencia. Una defensa de esa individualidad que intentan arrebatarnos por todos los medios en ésta, nuestra “sociedad del bienestar” (la mayor parte vía subliminal y no tan subliminal en algunos casos, agresiva, incluso) Por eso deberíamos comprender que la obstinación en sí no esté bien vista. Dejarse llevar siempre es más fácil que aguantar el mismo chaparrón una y otra vez. Cuando ejercemos nuestro derecho a ser individuos obstinados, a que nadie nos mueva de nuestro sitio, esto suele provocar, paradójicamente, la obstinación inmediata del otro, contraria a la que podríamos denominar “obstinación saludable”. La “obstinación nociva” consiste en derribar al contrario, en llevárnoslo a nuestro territorio y proyectar en él nuestros miedos y demás conflictos (“Quien ha rechazado a sus demonios nos marea con sus ángeles”. Henri Michaux) hasta convencerle de que sólo y exclusivamente nosotros tenemos toda la razón del mundo. Esto ya no es cuestión de supervivencia, más bien de parasitismo o algún tipo de patología. “Aquí tenía un ejemplo de mi experiencia de que el hombre sincero, que sigue sus propios pensamientos con consecuencia y constancia, y que sin embargo, al mismo tiempo, deja totalmente en paz a aquellos que son de otra opinión, se enfrenta con el desprecio y el odio, y de que hacia una persona así sólo se practica la aniquilación” (El Frío.Thomas Bernhard).
Ana Vega
“Jornadas de Linaje Feminista”
En ellas compartiremos sabiduría y aprendizaje entre mujeres jóvenes y mujeres con más experiencia. Feministas históricas y movimientos sociales nos trasladarán sus conocimientos en materia de educación, empleo, cooperación y participación y toma de decisiones.
Nos gustaría que compartiera con nosotras esta experiencia de mentorazgo y acompañamiento entre diferentes generaciones de feministas.
Fecha: Jueves 30 de octubre. 18-21 h. Subvencionado por:
Lugar: Biblioteca Pública de Oviedo
C/ Plaza Daoiz y Velarde, 11
Más información e inscripciones: mujeresjovenesf@yahoo.es. Tlf:913196846
La Asociación Mujeres Jóvenes de Asturias tiene el placer de invitarle a su recorrido histórico
“Jornadas Mujeres Jóvenes: 25 años después”
Compartiremos la experiencia de 25 años de la Asociación Mujeres Jóvenes a través de sus fundadoras, las diferentes juntas directivas y nuevas jóvenas. Contamos, además, con una exposición de los materiales editados durante nuestra trayectoria.
Nos gustaría que compartiera con nosotras esta experiencia de mentorazgo y acompañamiento entre diferentes generaciones de feministas.
Fecha: Viernes 31 de octubre. 10.30-14 y 17 a 20.30 h. Subvencionado por:
Lugar: Biblioteca Pública de Oviedo
C/ Plaza Daoiz y Velarde, 11
Más información e inscripciones: mujeresjovenesf@yahoo.es, mujoas@yahoo.es
Tlf: 985237704.
MUJERES DE DIFERENTES GENERACIONES SE DAN CITA PARA COMPARTIR SU LUCHA POR LA IGUALDAD
La Federación Mujeres Jóvenes realiza el 30 de octubre en la Biblioteca Pública de Oviedo sus Jornadas de Linaje Feminista. Durante el evento mujeres de todas las edades compartirán su experiencia en la lucha por la igualdad. Feministas históricas como Elena Simón, Rafaela Pastor o Begoña San José transmitirán el aprendizaje adquirido en años de militancia a las chicas más jóvenes de la asociación. Esta actividad ha sido subvencionada por el Instituto de la Mujer. Del mismo modo, durante el día 31 de octubre, en el mismo emplazamiento, la Asociación Mujeres Jóvenes de Asturias realizará un recorrido por sus 25 años de historia. Para este día están convocadas mujeres que pertenecieron a Mujeres Jóvenes tanto de Asturias como de la Federación, se producirá un encuentro de las mujeres que comenzaron este importante proyecto y las jóvenes de hoy que continúan con el mismo avanzando en la lucha hacía la igualdad plena. La actividad estará subvencionada por el Ayuntamiento de Oviedo, Concejalía de la Mujer.
Durante los dos días, las personas asistentes podrán visitar la exposición de los materiales de la Federación y de la Asociación.
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