CONDICIONES DE MUJER Y HOMBRE EN PIE DE GUERRA
Siempre he pensado en David González como una especie de guerrero ancestral, único, un espíritu libre, consciente y fuerte, que proviene de una raza desconocida; quizá debamos trasladarnos al origen del hombre salvaje, puro instinto, corazón y carne, piel dulce en tantas ocasiones. La conciencia o el exceso de consciencia pueden dañarte de un modo profundo y definitivo, implacable, si tu elección consiste en la verdad, en seguir en pie de guerra pese a todo. Difícil mantener cierta coherencia vital, personal y profesional no sólo hoy día, sino como simple ser humano, coherencia que David mantiene en todo momento hasta el vértigo, o el látigo, si es necesario, pero siempre, siempre, con la cabeza alta y las botas bien puestas, marcando el paso.
En este caso, David crea, o une, o da forma, o despierta, a una tribu de guerreras que permanecía no en la sombra –algo incompatible con ciertas mujeres, cierto tipo de “maneras de recogerse el pelo”- pero sí a cierta distancia de medios, público o vinculación inexistente entre ellas hasta ahora (salvo algunas antologías y libros que ya se habían percatado de este dulce temblor subterráneo que va moviendo cimientos, conciencias). Presentamos aquí un libro en pie de guerra, de versos duros, de mujeres que escriben “con los dientes”, de mujeres que se defienden con palabras, sin miedo, rompiendo y rasgando cada día el rol –máscara, ataduras, el corsé que deforma…- que la sociedad se empeña en aplicar hasta arrancar todo atisbo de individualidad en la mirada, mujeres a las que me gusta definir recordando el bellísimo libro, o manual de supervivencia, de Clarissa Pinkola Estés: “mujeres que corren con los lobos”. Y es necesario advertir al mundo que contra el instinto de una mujer salvaje todo intento de domesticación está perdido de antemano. Siglos y siglos quemándonos en la hoguera y aún seguimos aquí, en pie de guerra.
“Las personas heridas son peligrosas, saben que pueden sobrevivir”. Damage. L.Malle.
Siempre he pensado en David González como una especie de guerrero ancestral, único, un espíritu libre, consciente y fuerte, que proviene de una raza desconocida; quizá debamos trasladarnos al origen del hombre salvaje, puro instinto, corazón y carne, piel dulce en tantas ocasiones. La conciencia o el exceso de consciencia pueden dañarte de un modo profundo y definitivo, implacable, si tu elección consiste en la verdad, en seguir en pie de guerra pese a todo. Difícil mantener cierta coherencia vital, personal y profesional no sólo hoy día, sino como simple ser humano, coherencia que David mantiene en todo momento hasta el vértigo, o el látigo, si es necesario, pero siempre, siempre, con la cabeza alta y las botas bien puestas, marcando el paso.
En este caso, David crea, o une, o da forma, o despierta, a una tribu de guerreras que permanecía no en la sombra –algo incompatible con ciertas mujeres, cierto tipo de “maneras de recogerse el pelo”- pero sí a cierta distancia de medios, público o vinculación inexistente entre ellas hasta ahora (salvo algunas antologías y libros que ya se habían percatado de este dulce temblor subterráneo que va moviendo cimientos, conciencias). Presentamos aquí un libro en pie de guerra, de versos duros, de mujeres que escriben “con los dientes”, de mujeres que se defienden con palabras, sin miedo, rompiendo y rasgando cada día el rol –máscara, ataduras, el corsé que deforma…- que la sociedad se empeña en aplicar hasta arrancar todo atisbo de individualidad en la mirada, mujeres a las que me gusta definir recordando el bellísimo libro, o manual de supervivencia, de Clarissa Pinkola Estés: “mujeres que corren con los lobos”. Y es necesario advertir al mundo que contra el instinto de una mujer salvaje todo intento de domesticación está perdido de antemano. Siglos y siglos quemándonos en la hoguera y aún seguimos aquí, en pie de guerra.
“Las personas heridas son peligrosas, saben que pueden sobrevivir”. Damage. L.Malle.