ÁRBOL MUERTO
Crecen entre las lápidas, dos árboles que parecen anudarse, elevarse juntos. Sus raíces dicen se dan la mano bajo tierra. A ambos lados dos tumbas, la del hombre y la mujer que ahora logran ver el fruto de su amor dirigirse al cielo, permanecer sellado para siempre pero vivo.
CEMENTERIO
Quizá los cementerios guarden secretos inconfesables. Tal vez este reposo último implique una especie de redención. O más bien lo contrario, y la muerte arranque a la vida a la única posibilidad de justicia, convirtiendo este lugar donde el silencio anida, en guarida de culpas y remordimientos.
Cada mañana, en la misma tumba, una mujer golpea de forma brutal con pies y piernas, más tarde manos, uñas, hasta quedar sin piel, la lápida del muerto que le destrozó la vida y que la muerte se llevó sin dolor alguno. La impunidad del golpe se refleja en el llanto rabioso de ésta. No hay descanso para los vivos.
SILENCIO
Tras la valla, un árbol sin apenas encanto alguno, flaco, desnudo, firme pese a todo. Cuando decidieron trasladar los muertos al cementerio nuevo nadie pensó en el árbol. Señal inequívoca del silencio que reinó algún día en esa parte del mundo. Bajo tierra, junto a él, recuerdos de muchas vidas anclados en sus raíces.